Nuestros sistemas de creencias.


Nuestros sistemas de creencias, según la neurociencia, son programas  mentales al igual que los programas de un ordenador. Somos una computadora u ordenador biológico que funciona con múltiples programas, estamos programados para que funcionemos de una manera maravillosa, y cada cosa que funciona en nosotros es un programa, por ejemplo, hay un programa para  que nuestro corazón no pare de latir durante toda nuestra vida, otro para que podamos respirar sin cesar y sin nuestra intervención, otro programa para que se activen diferentes partes de nuestro sistema defensivo y así podamos combatir virus e infecciones, otro programa para que las pupilas de nuestros ojos se dilaten o se contraigan de acuerdo a la cantidad de luz que recibimos, y otros muchísimos pero muchísimos más. Tantos que si los enumeramos no alcanzaría este artículo.
Y cuando hablamos de conductas, comportamientos y hábitos, también estamos hablando de programas. De acuerdo a esto, todos nosotros somos programables y re-programables,  es decir somos susceptibles de hacer cambios en nuestros sistemas o programas. 
Estos programas conductuales, los adquirimos en nuestros primeros años de vida. Nuestros padres fueron los primeros que intervinieron en nuestra programación e inclusive aún antes de nacer.
 Cuando nuestra madre estuvo embarazada, si ella sufría estrés o lo pasaba mal. O si ella estaba alegre y tranquila y gozaba de seguridad, o visitaba un entorno hostil, o iba hacia un entorno de seguridad.
 Esa información nosotros ya la asimilábamos aunque éramos unas cuatro células, y forma parte de nuestro software por así llamarlo. Todas las vivencias, nuestra formación y educación recibida, nuestra cultura, nuestro medio ambiente, las situaciones traumáticas, el comportamiento de personas que estuvieron o están a nuestro lado en incluso los personajes de la televisión han influido e influyen en la programación de nuestro carácter y personalidad. Hay una parte de nuestra mente que se dedica a grabar todo lo que sucede a nuestro alrededor, tal cual como una grabadora sofisticada. Estudios recientes han demostrado que la  parte de nuestro cerebro encargada de grabar los acontecimientos diarios es muy poderosa. ¡Graba cosas que conscientemente no las percibimos! 
Estas grabaciones son almacenadas, ordenadas y clasificadas de acuerdo a su clase e importancia y de acuerdo a su repetición constante, influye en nosotros creando los sistemas de creencias, que se generan a partir de estructuras y formaciones neuronales. si la repetición es más frecuente, estos sistemas o estructuras se van reforzando y asociando a los hechos ocurridos y generando respuestas, a las que podemos llamar conductas, hábitos, emociones, reacciones, actitudes.
Así al llegar a nuestra vida adulta, nuestros sistemas de creencias pueden ser obstáculos internos, que formen barreras que se interponen en nuestro camino y nos impiden avanzar, o pueden ser patrones de conducta que nos faciliten el camino y nos ayuden a tener una vida de éxito y logros satisfactorios. La manera en la que nos comportamos ante cualquier situación, depende del programa que previamente hemos instalado conscientes o no, en nuestro "disco duro"


Es razonable pensar que si tenemos sistemas de creencias de limitación, de pobreza, de incapacidad, de fracaso, de infelicidad, etc. Estaremos bloqueados a todo lo contrario que es lo que realmente deseamos que sea nuestra vida. Como son el éxito, la riqueza, la capacidad de emprender o conseguir y llegar sin límites a crecer y obtener nuestras metas, nuestros sueños, nuestros logros y nuestra felicidad.

Lo malo de esta situación es que cuando estamos programados de tal manera, nuestra forma de programar sigue en su inercia por el mismo camino y nos es difícil cambiar de rumbo. Por ejemplo si tenemos un programa mental de pobreza, siempre hablamos de pobreza. Nuestras expresiones son: Soy pobre, no me alcanza el dinero, el dinero es muy difícil de conseguirlo, todos los que tienen dinero son malos, el dinero no es bueno, el dinero produce perdición, los ricos tienen porque han robado o han heredado, nadie puede hacerse rico siendo honrado, y un largo etc.

Este programa mental de pobreza por poner uno de los múltiples ejemplos, siempre nos mantendrá pobres, aunque en el fondo de nuestro corazón sí queremos tener dinero, con nuestras palabras y con nuestro sistema de creencia, lo estaos apartando de nuestra vida y de esta manera entramos en un circulo vicioso del cual no podemos salir. Cabe recalcar que éste es uno de los múltiples ejemplos. Lo mismo es aplicable a todas las demás situaciones que en verdad queremos cambiar. 

Pero si en verdad queremos cambiar, debemos empezar a cambiar nuestro lenguaje, porque "nuestro disco duro" puede ser modificado por medio de la palabra, al igual que un ordenador se lo puede programar por medio del teclado. Si queremos eliminar nuestro programa mental de pobreza, el del ejemplo anterior. Es necesario e imprescindible que lo más pronto posible cambiemos nuestras frases acerca del dinero para que estas nuevas frases vayan asentando nuevas estructuras mentales y reemplacen a las anteriores. No es fácil, pero tampoco es imposible. 

Si decimos soy rico en vez de decir soy pobre, nuestro programa antiguo choca y nos dice, que eso es una mentira. ¿Cómo voy a decir SOY RICO, si en verdad soy pobre?. Pero razonemos: ¿Cuántas veces hemos dicho "soy pobre?. ¿Cuántas veces en un día? ¿cuántas veces en una semana? ¿Cuántas veces en un mes? ¿Cuantos años tienes? Hecha la cuenta, verás que tu programa mental es enorme y muy fuerte y no va a ser destruido por una sola vez que afirmes lo contrario. 

Haz un ejercicio práctico. Piensa cuál es el problema que tienes. ¿Es de relación de pareja? ¿Es de falta de confianza en ti mismo? ¿Tienes problemas con tu familia? ¿O es un problema económico? Toma una libreta pequeña y apunta el problema. Leva esa libreta por varios días. Cada vez que hables en forma negativa acerca de tu problema, anótate un punto. Y cuando digas una frase positiva anótate otro punto a otro lado y mira cuál prevalece. Trata de cambiar las frases que repites por unas frases contrarias, es decir elimina todas las frases negativas y hazlas positivas hasta que las positivas ganen en puntos y las puedas repetir con mayor facilidad. Te garantizo por experiencia propia que primero cambia nuestra perspectiva y poco apoco también cambian las cosas en la vida práctica. 

Es interesante que la ciencia confirme lo que Jesús afirmó hace muchísimos años sin el adelanto científico y la información que hoy tenemos:

Jesús dijo: Mas yo os digo, que toda palabra ociosa que hablaren los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio;  porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado. Mt. 12:36-37

Por medio de nuestras palabras nos podemos condenar a vivir siempre bajo un programa mental muy fuerte, sea éste positivo o negativo. 


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Felicidad para el Nuevo Año

Felicidad para el año nuevo
Estamos en los primeros días del año y a veces cansa escuchar que este año va a ser peor que el que el anterior, sin sopesar que nuestras palabras tienen poder. 
Para demostrar esta afirmación te invito a hacer un ejercicio mental: 
Para hacerlo mejor, cierra los ojos. Imagina que estás de pie en la cocina de tu casa, coge un limón de la nevera. Con la otra mano coge un cuchillo para que puedas cortar el limón. Siente el frío del limón en tu mano. Observa su aspecto exterior, su cáscara de color amarillo intenso, Apriétalo un poco y siente su firmeza y su peso. Ahora acerca el limón a la nariz y huélelo. Es un olor inconfundible ¿verdad? Ahora corta el limón por la mitad y huélelo de nuevo. El olor es más intenso. Por último, muérdelo de tal manera que el jugo entre a tu boca. Siente su sabor. 
Tampoco hay nada que tenga el sabor de un limón, ¿no es cierto? 
Al llegar a este punto, si has usado bien tu imaginación, tu boca tiene que estar llena de saliva, o como se dice vulgarmente, se te habrá hecho agua la boca. 
¿Qué significa todo esto? 
Estas "simples palabras" activaron tus glándulas salivales. Las palabras ni siquiera reflejaron una realidad, sino algo que TU IMAGINASTE. Si has hecho bien el ejercicio, claro. 
Cuando leíste o escuchaste este ejercicio y pusiste la imaginación a funcionar, las palabras acerca del limón, le estabas diciendo a tu cerebro que tenías un limón, que lo probabas, lo saboreabas, etc. aunque en realidad no había ningún limón. 
Tu cerebro lo tomó en serio y le dijo a tus glándulas salivales: "Fulano, está mordiendo un limón. Rápido, enjuaguen la boca." 
Entonces las glándulas obedecieron e hicieron el trabajo de producir saliva para inundar la boca y así eliminar el fuerte ácido del limón imaginario. 
La mayor parte de nosotros sabemos con certeza que las palabras que usamos reflejan significados y que lo que significan puede ser bueno o malo, cierto o falso, poderoso o débil. Esto es verdad, pero no lo es todo. Las palabras van más allá de su significado. Las palabras reflejan nuestra realidad y además tienen el poder de crear esa realidad. Lo hemos experimentado con el limón y el flujo de la saliva. Nuestro cerebro no es solamente un mero intérprete de nuestras intenciones. Nuestro cerebro recibe información y la acumula, y como está a cargo del control de nuestro cuerpo, si le decimos algo como: "Ahora estoy saboreando o comiendo un limón", empieza a funcionar y actúa con una respuesta predeterminada. 
El ejercicio que hicimos recién era un ejercicio neutral, físicamente no nos aportó beneficio ni perjuicio. Pero las palabras que empleamos a diario y las repetimos como autómatas sí que pueden provocarnos beneficios o daños. 
Desde niños aprendimos de nuestros mayores a ser negativos, no nacemos negativos, hemos aprendido a ser pesimistas y nos hemos auto programado sin darnos cuenta y seguimos en el mismo juego, repitiendo y repitiendo palabras y frases negativas. 
Esta repetición negativa constante apaga nuestro apetito por la vida porque en la repetición hay poder para programar, o mejor dicho la repetición constante es la clave para la programación automática y al ser constantes en nuestras afirmaciones negativas, tenemos como consecuencia unas vidas negativas de nuestra propia creación. 
¿Te das cuenta? 
¿Cómo reaccionará nuestro cerebro si cuando alguien nos pregunta, "cómo estás?" nosotros respondemos... 
"No me puedo quejar", "Ahí andamos", "Más o menos", "Viviendo por no ser soberbio" 
¿De qué manera responde nuestro cerebro ante todas las actitudes deprimentes que venimos repitiendo con frecuencia? 
 "Resulta un tormento lavar los platos" "La presencia de tal persona no lo soporto" "Todo me sale mal" "Es un gran dolor de cabeza pagar las cuentas" "Me enferma este clima" "Soy un fracaso" y cosas por el estilo. Recordemos que el cerebro es un intérprete literal y tiene capacidad de crear realidades y entornos. Dice: 
"Este tipo está pidiendo un dolor de cabeza. Muy bien, hay que darle un dolor de cabeza."  "Este otro quiere que le salgan mal todas las cosas" Intentaremos hacerlo.
 Desde luego que, cada vez que decimos que algo nos provoca dolor, no surge un dolor de inmediato. Porque el estado natural del cuerpo es la buena salud, y todos sus procesos están preparados para mantener la salud. No obstante, si machacamos sus defensas lo suficiente en forma verbal, al final, acaba por producir las mismas enfermedades o situaciones  que le ordenamos incesantemente. ¿Entiendes el ENORME poder que TENEMOS EN NUESTRAS MANOS? 
¿Vas a prestar más atención a lo que dices? ¿especialmente lo que te dices a TI MISMO? Además hay, dos cosas que agregan más PODER a las palabras que utilizamos: nuestro nivel mental y el grado de participación emocional en lo que decimos. Si decimos:
 "¡Dios mío, eso duele!", con una profunda convicción, le ofrecemos un cálido recibimiento al dolor en nuestra vida. 
 Si decimos "¡Aquí no consigo que se haga nada!", con mucha vehemencia, la frase se convierte en una realidad que añade una validez efectiva al sentimiento. 
Para quienes conocen las técnicas y los procedimientos, sin embargo no pueden aplicar con éxito, para quienes se sienten defraudados consigo mismos. Hay una fórmula que no falla y es, confiar y poner en manos del Señor nuestros propósitos, pero con el propósito de hacerlo.Todos, absolutamente todos los problemas que nos puedan sobrevenir no son desconocidos por Dios y Él mismo es quien nos ha dotado de capacidades y fortalezas para vivir una vida sana y feliz. El nuevo año que empezamos por muchos deseos de paz, felicidad y amor que los demás nos envíen serán de poca influencia si nosotros no cambiamos nuestra actitud nuestro nivel mental, nuestra convicción, nuestros hábitos nocivos y sobre todo nuestras frases. Los demás nos desean lo mejor, con toda su buena voluntad, puede ser que por quedar bien con nosotros, o podría ser por tradición o por lo que sea. Pero tenemos que recordar este año y los que vienen, que  Dios nos ha dotado de poder por medio de la palabra, por medio de la mente y por medio de un cuerpo saludable. Pero somos nosotros los responsables de nuestra vida, y no es fácil dejar los malos hábitos de queja, de inseguridad, de fobia o de muchas otras cosas que son nuestros fallos que venimos repitiéndolos de por vida. Tenemos que hacer consciencia de esta necesidad. Enterarnos del poder que nos ha sido dado y hacer uso de él para nuestro beneficio y beneficio de los demás. Mucho de lo que consideremos de feliz o infeliz este Nuevo Año dependerá de nuestra actitud frente a la vida y de poner en práctica los consejos que en este sitio se producen.
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