La relación con nuestros semejantes cada día se pone más difícil. Siendo una realidad que nos necesitamos unos a otros, sin embargo no sabemos gestionar estas relaciones lo que nos impide ser felices y saber amar, en el estricto sentido de las palabras, amor fraterno. Algunos de nosotros esperamos que nuestras amistades o familiares, rellenen el vacío interno, el dolor y el sufrimiento, que no podemos gestionar. Queremos que nuestra pareja, nuestros amigos, o nuestros hijos, sean quienes produzcan un cambio en en esos sentimientos ocultos, y lleguemos por este método al estado perfecto de felicidad y amor.
Lamentablemente, si no tomamos consciencia de que somos nosotros mismos quienes debemos crecer, madurar y tomar entera responsabilidad de nuestras vidas. No aprenderemos a gestionar nuestra vida interior al pretender que nuestras relaciones humanas hagan el cambio que necesitamos. Hemos sido testigos de que la buena gestión de nuestra vida por nosotros mismos o con la influencia de nuestros semejantes no da un resultado satisfactorio. Sabemos que necesitamos un verdadero cambio en nuestro interior, que es desde donde tenemos que empezar.
Una noche, un judío de nombre Nicodemo se acercó a Jesús y se produjo el siguiente diálogo:
"Maestro, sabemos que Dios te ha enviado a enseñarnos, porque nadie podría hacer los milagros que tú haces, si Dios no estuviera con él. Jesús le dijo:
Te aseguro que el que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios.
Nicodemo le preguntó:
¿Y cómo puede uno nacer cuando ya es viejo? ¿Acaso podrá entrar otra vez dentro de su madre, para volver a nacer?
Jesús le contestó:
Te aseguro que el que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de padres humanos, es humano; lo que nace del Espíritu, es espíritu.
Según estas palabras de Jesús, para que se produzca un cambio verdadero y duradero. Para que podamos ser capaces de gestionar correctamente nuestra vida es necesario nacer de nuevo, solo así el ser humano puede ser feliz y puede amar en cualquier circunstancia externa, porque el cambio se ha producido en su interior. Este nuevo nacimiento lo experimentaron y lo siguen experimentando todos los seguidores de Él. Por este motivo en otro pasaje dijo: El que cree en mi, de su interior correrán como ríos de agua viva y Pablo en la carta a los corintios les dice que todo aquel que está en Cristo es nueva criatura, que las cosas viejas han pasado y que todas han venido a ser hechas nuevas. Pero para nacer de nuevo también hay que morir primero, no en el sentido físico, sino en lo profundo de nuestro ser donde mora el ego que nos impide amar y ser felices porque está viciado conforme a los deseos engañosos de este mundo, esta es la naturaleza humana, llena de defectos y errores, que nos arrastra hacia la infelicidad y el descontento perpetuo.
Tener el valor de enfrentarnos a esta muerte y a un nuevo nacimiento es el reto que Jesús nos ha puesto, solo así podremos amar de verdad a nuestro prójimo, no esperando que ellos cambien nuestra vida miserable, sino llevando una luz de amor en las tinieblas del odio, del dolor, de la injusticia, de la envidia, de la venganza y de la sombra de muerte que nubla el entendimiento de quienes siguen empecinados en su propio razonamiento.
Aquella luz verdadera que alumbra a todo hombre venía a este mundo.
En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por medio de él; pero el mundo no lo conoció.
A lo suyo vino, pero los suyos no lo recibieron.
Mas a todos los que lo recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.
Estos no nacieron de sangre, ni por voluntad de carne, ni por voluntad de varón, sino de Dios. Juan 1:9-13
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