Todo ser humano cuerdo quiere ser feliz y tener éxito. La diferencia está en que un número muy reducido de personas en el mundo consigue estos objetivos. Cuando somos niños tenemos grandes proyectos e ilusiones para cuando seamos mayores. Es muy típica la pregunta de los adultos: ¿Qué vas a ser cuando seas mayor? Las respuestas son muchas según la imaginación de cada uno. Pero como no nos hemos programado con seriedad esos objetivos, conforme pasan los años nos olvidamos de apuntar nuestras acciones hacia los objetivos que posiblemente los hemos olvidado o se nos han confundido entre tantas ideas que nos vienen a la mente.
A unos mil quinientos estudiantes de la Universidad de Harvard se les hizo un seguimiento después de una encuesta sobre lo que querían para su vida, los del grupo A dijeron que querían primero ganar dinero y cuando lo tengan se dedicarían a disfrutar de la vida. Dicho de otra manera: Por ahora lo que me preocupa es ganar dinero y luego cuando lo tenga voy a hacer lo que realmente me gusta. Estos fueron el 83%. Los del grupo B pusieron por escrito su propósito y su principal objetivo era hacer lo que les gusta y disfrutar de la vida, pensaban que el dinero acabaría llegando, si ellos se centraban en hacer lo que realmente les gusta. Este segundo grupo constituía el 17%. Al cabo de veinte años habían ciento un millonarios entre todos los estudiantes que se les hizo el seguimiento, de los cuales cien pertenecían al grupo B, o sea aquellos que pusieron por escrito, se enfocaron en sus propios intereses sin querer primero el dinero. Y solo uno pertenecía al grupo A, aquellos que querían el dinero primero para luego ser feliz. El grupo B no solo correspondía al grupo de millonarios sino que se sentía más realizado, más contento, más satisfecho de la vida, por tanto más feliz. Tampoco quiero decir con esto que solo el que es millonario es feliz, pero si trazamos un mapa de nuestro destino con objetivos claros y lo dividimos en etapas y no nos desviamos de ello seguro que vamos a tener éxito.
Creo que nunca es tarde para reprogramar nuestros objetivos. He aquí unos principios que nos pueden ayudar:
a) Conocerse a sí mismo.- Necesitamos hacer un auto examen profundo y sincero. ¿Cuáles son nuestros objetivos? ¿Cuáles son nuestras flaquezas? Y ¿Cuáles son nuestras fortalezas? Solo conociendo bien estas cualidades podemos trazarnos un camino a seguir y si nos desviamos volveremos con facilidad a éste.
b) ¿Qué nos gusta? Qué nos apasiona? ¿Para qué somos buenos, o en qué destacamos? No nos centremos mucho en lo que da dinero de inmediato sino cómo podemos ayudar a los demás con nuestras habilidades.
c) Centrémonos más en aprender lo que nos apasiona, y practicar lo aprendido, así no olvidaremos con facilidad nuestro objetivo.
d) Buscar la simplicidad.- Hay ocasiones que nos complicamos la vida nosotros mismos, queremos ser originales, reinventar lo inventado, etc. A veces es preferible copiar al que lo está haciendo bien, siempre que nos guste y esté dentro de lo planeado, que fracasar con algo original.
e) No dejes que te roben tus sueños.- Los muchos “consejos” nos pueden hacer desviar de nuestro camino, Son buenos pero si nuestro sueño es sólido y creemos en él, vamos a luchar hasta el final.
Si no hay lucha no hay victoria, el éxito no es una casualidad, es el resultado de una grande batalla.
Aunque fracase no me rendiré, no construiré una casa donde fracasé, me levantaré y reconstruiré a partir de las ruinas con el objeto de ser feliz, las grandes cosas del mundo no fueron hechas por cobardes.
La felicidad es un estado no una circunstancia. Se puede alcanzar mejor armonía con terapias naturales, sin drogas. Se puede vivir mejor con lo que Dios ha provisto en nuestra vida. Mejorar nuestra situación de vida conociendo nuestra parte espiritual. Arreglarnos el corazón. Vencer el miedo, la angustia y la depresión. Solo necesitamos proponernos y tomar acción.
El éxito hace feliz
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