El ser humano está buscando cada vez más implantar en su vida un concepto de felicidad que satisfaga su vacío, de hecho según algunos entendidos, la búsqueda de un sentimiento de satisfacción personal, ya no es cosa de gurús y consejeros sino que ha entrado de lleno en el ámbito científico. Es interesante saber que desde 2006 hasta la fecha se han escrito más de 27.000 artículos científicos sobre el tema de la felicidad. Se han creado proyectos, instituciones y revistas que tratan de analizar, establecer estadísticas, hacer estudios sobre el tema.
Según los estudiosos dicen haber llegado a conclusiones que llaman la atención por las respuestas que la gente da de sus ideas de la felicidad.
Por ejemplo han establecido dichas encuestas que:
Hay más felicidad en el altruismo que en el hedonismo.
En dormir más cada día que en comprarse un coche nuevo.
Superado un nivel mínimo de riqueza, dinero y felicidad se desacoplan, aunque la capacidad adquisitiva se multiplique, el sentimiento de bienestar apenas varía.
Los chicos que tienen todas las videoconsolas no son más felices de lo que eran los chicos de la época cuando estos artilugios no existían.
Aunque los antiguos tenían menos medios, los niveles de felicidad eran parecidos o mejores.
Se ha detectado que cada uno de nosotros tiene una felicidad basal, dependiente de los propios genes, pero no por ello marcada a fuego. Es posible modificar siempre que se descubran las órdenes correctas
Después de años de observar, experimentar e investigar este tema, he llegado a la conclusión de que somos infelices porque buscamos la felicidad en los sitios menos indicados.
Buscamos la felicidad en circunstancias con las que soñamos, en eventos futuros llenos de logros que anhelamos, en personas con las cuales pensamos serán nuestra salvación o el consuelo para nuestras desdichas.
Todas estas cosas en las cuales pensamos encontrar felicidad son cosas inconstantes y cambiantes por tanto no pueden crear el verdadero sentido de felicidad que buscamos.
Solo seremos verdaderamente felices cuando volvamos a nuestro hogar, a donde pertenecemos, cuando hagamos caso a nuestra parte espiritual, que clama sin descanso y a veces hasta nos enferma por intentar comunicarnos que necesitamos un acercamiento con nuestro Padre Celestial.
Solo Él nos puede ayudar a dejar la adicción al sufrimiento, a la depresión, a la ira, a la negatividad, a la incredulidad, a la tristeza, al temor, al rencor. Esta adicción es como la adicción a cualquier droga. Y necesitamos fuerzas para dejarla. Vamos a encontrar esa fuerza cuando nos acerquemos al fuerte y valiente Consolador.
"Todos los que tengan sed, vengan a beber agua; los que no tengan dinero, vengan, consigan trigo de balde y coman; consigan vino y leche sin pagar nada.
¿Por qué dar dinero a cambio de lo que no es pan?
¿Por qué dar su salario por algo que no deja satisfecho?
Óiganme bien y comerán buenos alimentos, comerán cosas deliciosas.
Vengan a mí y pongan atención, escúchenme y vivirán.
Yo haré con ustedes una alianza eterna, cumpliendo así las promesas que por amor hice a David.
Isa 55:1-3
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