Mostrando entradas con la etiqueta amigos de verdad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta amigos de verdad. Mostrar todas las entradas

Una verdadera amistad

 

Es muy fácil conseguir amigos en los momentos de alegría y bienestar y de manera especial esa amistad interesada en disfrutar solo de lo bueno de la vida. Cuando las cosas van bien o hay algún interés de por medio mucha gente nos ofrece su amistad. Lo grave es cuando las cosas no salen a pedir de boca, pues dice un proverbio que “pocos son los amigos del pobre”.

Los verdaderos amigos son aquellos que comparten nuestras alegrías cuando se les llama y nuestras tristezas sin haberlos hecho saber. Dicho de otra manera, una amistad verdadera es aquella que conoce nuestra  vida a tal punto que sabe cuando estamos pasando por una situación desagradable y nos viene a consolar, a animar, a darnos una palabra de aliento, a sentarse junto a nosotros en medio de nuestro dolor. Una amistad verdadera es notoria su presencia en nuestra aflicción. Por esta particularidad, se puede decir con certeza que pocos son los verdaderos amigos.

Estamos rodeados de mucha gente, tenemos compañeros de trabajo, vecinos, a veces familia cerca de nuestra casa; pero de manera increíble en los problemas y dificultades parece que los problemas alejan de nosotros a  las amistades, cuando debería ser lo contrario. Esto se debe a que nosotros tenemos una relación de amistad egoísta, a muchos de nosotros no nos gusta dar,  solo recibir. Necesitamos aprender a dar empezando por nuestra amistad sincera y desinteresada. Y cuando se dice dar, es dar sin esperar recibir nada a cambio. Porque si damos con la esperanza de recibir ya caemos en el egoísmo e interés. Si somos honestos podemos decir que fácil es decir pero muy difícil de hacer, a muy pocos nos gusta dar sin esperar recibir, y cuando toca  hacerlo hay que luchar contra nosotros mismos, porque siempre estamos recordando lo que hemos dado. Decía un maestro muy apreciado: “Nunca deberíamos acordarnos cuando damos y siempre deberíamos hacerlo cuando recibimos”

¿Qué podemos dar? Aunque nos parezca que no tenemos que dar, si nos rascamos el bolsillo siempre habrá, no necesariamente dinero, o cosas materiales. Muchos de nuestros amigos necesitan un abrazo, una sonrisa, una llamada, una palabra de aliento, una palabra de consuelo, un decirle “estoy contigo”. Si  es una persona mayor  que está en una residencia, o si es un amigo que está enfermo,  le hará mucha ilusión que alguien le visite. Si queremos podemos, todo está en comenzar,  de seguro que algún día recibiremos, a lo mejor no de la misma persona sino de alguien que quiere dar su sincera amistad y se topa con nosotros.

En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia. Prov 17:17

 

Hermoso consejo

¿Cuántos amigos tienes? ¿Existe la verdadera amistad?

Cuando era niño mi abuela me decía: "Los amigos de verdad los puedes contar con los dedos de la mano" Con el paso de los años me he dado cuenta cuanta razón tenía aquella sabia mujer. Solo existen muy pocos. Siempre hay algo de interés por detrás de la amistad. Es muy raro un amigo que se interese por nosotros, con un corazón sincero y desinteresado. Los amigos verdaderos son aquellos que vienen a verte cuando tú lo estás pasando mal sin que los hayas llamado, y comparten como suyos tus dolores, aflicciones y penas. Pero necesitan ser llamados para que vengan a ti,  cuando tienes alegrías, triunfos, logros y festejos.

A veces me pregunto. ¿Porqué somos tan interesados solo en nosotros mismos? ¿Por qué queremos solo para nosotros y para nosotros?. Aunque no lo decimos con la boca, lo decimos en nuestro interior:  "Quiero que me ayuden, quiero que me escuchen, quiero que me acepten, quiero ser amado, quiero ser comprendido, quiero, quiero, quiero..." Primero, yo. Segundo ,yo. Tercero, yo. Cuarto , yo. etc.

Estos "quiero". Nos hacen pensar que así obtendremos la felicidad. En otras palabras, decimos que cuando nos quieran o cuando nos den, o cuando nos amen,  seremos felices.

Soy admirador profundo de un hombre que tuvo algunos amigos, pero no eran ellos los que daban, era él. Convivió con ellos hasta su muerte y siempre estaba dando y dando, su servicio, su amistad, su entrega, su abnegación. Un día le tomaron preso por unas calumnias. En aquella época no se respetaban los derechos humanos y le metieron una paliza hasta destrozarle su piel y desfigurarle su rostro. Todos sus amigos excepto uno, se escondieron y le dejaron solo. Aquél que no había huido, seguía la  escena de cerca pero un poco camuflado entre la gente.  De pronto una de las personas le reconoció  y dijo: ¡Éste también andaba con el detenido! A lo que respondió: ¡No lo  conozco!. ¡No sé de qué estáis hablando! Así algunas veces. El detenido, lo miró y no lo delató, porque sabía que si detenían a su amigo le iban a hacer lo mismo que le habían hecho a él. Hay muchas anécdotas  más de este gran hombre, quien es autor de una hermoso e incomprensible consejo: "Es más feliz aquél que da, que quien recibe" Digo hermoso, porque en sí me gusta. Digo incomprensible porque  escasos seres humanos han llegado a sentir felicidad en su corazón, cuando han hecho algo bueno por sus semejantes. Diríamos que uno de sus muchísimos consejos es muy hermoso en su filosofía pero muy difícil de practicarlo. Normalmente cuando damos siempre pensamos en cuanto recibiremos a cambio, si somos honestos  no podemos olvidar lo que hemos dado, y lo andamos publicando para que los demás vean que somos espectaculares. Mas el consejo de este admirado Señor dice que demos sin que sepa nuestra mano izquierda lo que ha hecho nuestra derecha.

Un día una conocida familia estaba pasando unos momentos muy duros por un problema familiar, se derrumbaron en su fe y se vinieron abajo. De sus amigos cercanos ninguno se acercó para darles ánimo, los que más hicieron solo llamaron por teléfono. Pero una amiga de la familia que vivía a cuatrocientos ochenta kilómetros, en cuanto se enteró del problema, vino hasta su casa, pasó con ellos unos días, les animó, les consoló, les acompañó literalmente en su dolor, les aconsejó lo que mejor pudo y como todo lo bueno acaba pronto tuvo que partir hacia los suyos, pero dejó un recuerdo imborrable en el corazón de esta familia. Aunque parece que vivimos en un mundo tan egoísta, todavía quedan verdaderos amigos, seres humanos que nos conmueven y que queremos seguir su ejemplo.

Unos de los muchos  consejos sabios sobre la amistad dados por el mismo Señor del consejo hermoso:

Ama a tu prójimo como a ti mismo. Mateo 22:39

En todo tiempo ama el amigo,  Y es como un hermano en tiempo de angustia. Proverbios 17:17