La felicidad es un estado no una circunstancia. Se puede alcanzar mejor armonía con terapias naturales, sin drogas. Se puede vivir mejor con lo que Dios ha provisto en nuestra vida. Mejorar nuestra situación de vida conociendo nuestra parte espiritual. Arreglarnos el corazón. Vencer el miedo, la angustia y la depresión. Solo necesitamos proponernos y tomar acción.
Una verdadera amistad
Es muy fácil conseguir amigos en los momentos de alegría y bienestar y de manera especial esa amistad interesada en disfrutar solo de lo bueno de la vida. Cuando las cosas van bien o hay algún interés de por medio mucha gente nos ofrece su amistad. Lo grave es cuando las cosas no salen a pedir de boca, pues dice un proverbio que “pocos son los amigos del pobre”.
Los verdaderos amigos son aquellos que comparten nuestras alegrías cuando se les llama y nuestras tristezas sin haberlos hecho saber. Dicho de otra manera, una amistad verdadera es aquella que conoce nuestra vida a tal punto que sabe cuando estamos pasando por una situación desagradable y nos viene a consolar, a animar, a darnos una palabra de aliento, a sentarse junto a nosotros en medio de nuestro dolor. Una amistad verdadera es notoria su presencia en nuestra aflicción. Por esta particularidad, se puede decir con certeza que pocos son los verdaderos amigos.
Estamos rodeados de mucha gente, tenemos compañeros de trabajo, vecinos, a veces familia cerca de nuestra casa; pero de manera increíble en los problemas y dificultades parece que los problemas alejan de nosotros a las amistades, cuando debería ser lo contrario. Esto se debe a que nosotros tenemos una relación de amistad egoísta, a muchos de nosotros no nos gusta dar, solo recibir. Necesitamos aprender a dar empezando por nuestra amistad sincera y desinteresada. Y cuando se dice dar, es dar sin esperar recibir nada a cambio. Porque si damos con la esperanza de recibir ya caemos en el egoísmo e interés. Si somos honestos podemos decir que fácil es decir pero muy difícil de hacer, a muy pocos nos gusta dar sin esperar recibir, y cuando toca hacerlo hay que luchar contra nosotros mismos, porque siempre estamos recordando lo que hemos dado. Decía un maestro muy apreciado: “Nunca deberíamos acordarnos cuando damos y siempre deberíamos hacerlo cuando recibimos”
¿Qué podemos dar? Aunque nos parezca que no tenemos que dar, si nos rascamos el bolsillo siempre habrá, no necesariamente dinero, o cosas materiales. Muchos de nuestros amigos necesitan un abrazo, una sonrisa, una llamada, una palabra de aliento, una palabra de consuelo, un decirle “estoy contigo”. Si es una persona mayor que está en una residencia, o si es un amigo que está enfermo, le hará mucha ilusión que alguien le visite. Si queremos podemos, todo está en comenzar, de seguro que algún día recibiremos, a lo mejor no de la misma persona sino de alguien que quiere dar su sincera amistad y se topa con nosotros.
En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia. Prov 17:17
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