¿Alguna vez has sentido odio y aborrecimiento contra alguien? ¿Te ha invadido un sentimiento perverso y te ha quitado la paz?
Es increíble que este tipo de sentimientos negativos nos hagan mucho daño a nosotros mismos antes que a quienes creemos que que les afectará negativamente. Pareciera que al aborrecer a alguien la persona aborrecida lo pasará muy mal, pero aunque a la víctima le afecte esta situación, nosotros los generadores de este sentimiento también saldremos afectados. Normalmente cuando alguien nos ofende, reaccionamos con ira en nuestro interior. Esta ira hace que desprendamos mayor adrenalina y un aumento del ritmo cardíaco a la vez que nos crea un sentimiento de culpa y de fracaso, lo que puede desencadenar en una furia violenta o tendencias al suicidio. Esto de la ira muchas veces es inevitable, es una reacción muy violenta de nuestra personalidad, es parte de nuestra defensa del yo. Lo negativo es que partiendo de este incidente hagamos un nido de resentimientos en lo profundo de nuestro ser generando rencillas continuas y sentimientos de desprecio e indignación hacia la persona que nos ha hecho daño.
"Airaos pero no pequéis, no se ponga el sol sobre vuestro enojo". En otra versión dice: "Si se enojan no pequen, que el enojo no les dure todo el día" Esto nos da a entender que los enojos son el pan de cada día, pero nos aconseja desechar el rencor. Que nuestra ira, o enojo, o resentimiento no nos dure todo el día. Pero nosotros, sea por desconocimiento o por falta de dominio propio, dejamos que un resentimiento que a lo mejor en principio es pequeño vaya tomando dimensiones suficientes para convertirse en bola de nieve y arrase con todo lo que se ponga por delante. Y cada vez que hablamos de aquella persona con quien hemos dejado madurar este sentimiento negativo, la ponemos en mal con los demás añadiendo más leña al fuego cada día, y poniendo en peligro nuestra paz y felicidad.
Controlar estos sentimientos negativos no es fácil, y cuando somos afectados por ellos perdemos la paz, y tenemos una vida insatisfecha, por tanto somos menos felices.
¿Cómo puedo desprenderme del odio?
Lo primero es no dejar que un sentimiento de rencor se agrave, si nos enfadamos con alguien que sea por un momento. Cuando somos niños nos enfadamos mucho, pero en cuanto pasa un rato ya estamos otra vez jugando con quien nos habíamos enfadado. Es decir soltamos el resentimiento al instante. No lo guardamos por días y días, pero con la edad, adquirimos la manía de guardar el resentimiento y esperamos el momento de la venganza, y cuando no hemos podido vengarnos, seguimos guardando y guardando. Esto es lo que hay que evitar en la medida de lo posible. Soltar ese sentimiento, pensar que fue un mal rato que lo dejamos pasar.
Si ya hemos guardado por mucho tiempo el rencor, es necesario tomar una determinación firme. ¿Hasta cuando hemos de vivir con un resentimiento que nos corrompe nuestra felicidad? ¿Porqué no dejarlo todo en el pasado como lo que es? ¡PASADO! Nada ni nadie puede modificar el pasado. Si vivimos en el pasado, este pasado nos condena, nos atormenta, nos paraliza, no nos permite avanzar. Olvidemos el pasado, vivamos el presente, este momento que estamos respirando, este momento que podemos disfrutar de la vida, este momento que podemos ser felices, este momento que podemos abrazar a quien amamos, que podemos besar a nuestra madre, a nuestros hijos, a nuestra pareja. Muchas cosas se pueden recuperar, pero el tiempo nunca lo recuperaremos. Hoy es el día que tenemos para vivir, y este día no se repetirá jamás. ¿Vamos a desperdiciarlo recordando un hecho negativo que amargue nuestra existencia? Acciones negativas vamos a recibir todos los días, el éxito está no en saberlas guardar con resentimiento, sino en hacer que resbalen en tu vida, que no te afecten en el disfrute de las cosas maravillosas que tienes a tu alrededor. Dentro de todo lo que se dice malo, hay cosas que son una maravilla, tu salud, es una maravilla, tus miembros completos son una maravilla, tu cerebro es una maravilla, en los tiempos que vivimos tu trabajo es una maravilla. Te has puesto a pensar: ¿Cuántos quisieran tener la esposa, el coche, la casa, el trabajo, la salud, los muebles, los estudios, que tú tienes? Vamos a pensar en lo bueno que tenemos alrededor y como dice aquél: Cuando la vida te muestre algo porque amargarte o llorar, muéstrale mil cosas por las que reír y ser feliz.
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